sábado, 24 de enero de 2015

La vida gay en la glorieta del metro Insurgentes o Las glorieteras como objeto de estudio antropológico...

José Ignacio Lanzagorta García, para obtener la maestría en Antropología Social en la Universidad Iberoamericana, hizo un estudio socioespacial de la Glorieta del metro Insurgentes. En la tesis -obviamente- no podía faltar la vida gay en la glorieta.


Escribe el autor:

La Glorieta es esencialmente un lugar de paso, según muestra el grueso de sus observaciones y su actividad íntimamente ligada a los horarios del transporte público. Sin embargo, también la plaza convoca a diferentes personas que buscan permanecer ahí por algún tiempo indefinido e incluso apropiarse cotidianamente del espacio. Una oferta de comercios que bordean el anillo interno de la Glorieta, particularmente, cibercafés, atraen a diferentes personas que requieren de conexión a internet para realizar diferentes trabajos, pasar ratos de ocios o concretar encuentros con otras personas. Jóvenes adolescentes, practicantes de deportes urbanos, parejas, grupos de estudiantes o compañeros de oficina que se dan cita antes o después de la escuela o del trabajo y, muy notablemente, miembros de la comunidad Lésbico Gay Bisexual Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) son algunas de las personas que libremente concurren en la plaza de forma cotidiana.

Según me cuenta Marcos, él y sus amigos van a los bares gay de la Zona Rosa y de la calle de República de Cuba en el Centro Histórico. Salió con uno de “la bolita” en plan de pareja, pero no funcionó. Cuando les pregunto que cada cuánto tiempo se reúnen en la Glorieta, o si tienen alguna rutina para verse me responde uno de ellos que lo hacen más de una vez por semana, que se quedan de ver cada día y se ven los que pueden, los que “caen”. “¿Cómo ves? Somos glorieteras, mana”, me dice Marcos mientras él y sus amigos ríen por “jotear”, con un extraño de aspecto extranjero, esto es, haberme dicho “mana” y referirse entre ellos con un adjetivo en femenino.

Y es que Marcos y sus amigos usan ese término, glorietera, así, en femenino, para referirse a los grupos de adolescentes y jóvenes gay y lesbianas que pasan tardeadas en la Glorieta: platicando, ligando, fumando y, sobre todo “joteando”.


Al pasar por la Glorieta de Insurgentes una tarde entre semana no es raro encontrar un grupo de cuatro hasta diez jóvenes ensayando pasos de alguna coreografía al ritmo de la música que emita una grabadora portátil de alguno de ellos. Para Marcos y sus amigos esas son las glorieteras que “ya no tienen perdón de Dios”, dicen, mientras ríen. Es decir, jotear se presenta como una actividad lúdica y hasta en cierto sentido liberadora, pero siempre bordeando el límite de ser tachado de exagerado cuando se es demasiado exhibicionista. Los que bailan a menudo también son calificados con cierto desdén como “titeras”, en alusión a un conjunto de discotecas de la Zona Rosa llamadas “Cabaretito”, en la que las coreografías son parte de la atracción de la noche.

La tesis completa puede leerse aquí.

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